Amor secreto (II)

Lola dio a luz una niña, que llenó de felicidad a Armando. Su esposa sólo le dio 2 varones y él ansiaba la niña. Le compró una casa enorme a Lola, con 7 dormitorios, patio, terreno trasero y varias dependencias; además, le asignó una cantidad para su manutención y la del bebé. ¡Ah! Pero no paró ahí la cosa; tuvieron 12 hijos a los que Armando alimentó, vistió y llevó a la universidad. De este desaguisado jamás supo nada su mujer. ¿Cómo se las apañaría el muy granuja? ¡No lo sé, pero desde luego era un tío hábil! A los 20 años se casó su hija mayor con un empresario, siendo Armando el padrino de bodas, saliendo en las revistas del corazón en la sección «Ecos de sociedad». A los 2 años le dio una nietecita que hacía las delicias del médico. Él seguia unido a su mujer, tan tenaz como siempre, hasta que un buen día ella apareció muerta, abrazada a su espalda. Tuvo que deslizarse como pudo, para salir de la cama, ya que el cadáver tenia rigor mortis. Fue un trauma muy fuerte para él y sus hijos. Entonces, Armando decidió quitarse la careta, dejando que Lola fuera al entierro, rodeada de sus 12 hijos y 3 nietos que tenían ya. Los hijos legítimos quedaron atónitos cuando cada uno de los 12 dijeron: «¡Papá, lo siento!», o «¡Papá, te acompaño en tu dolor!». Hasta el final de sus días, Armando siguió en el domicilio conyugal, aunque amaba a Lola más que a su propia vida, pero la promesa que se hizo a sí mismo nunca la rompió. Lola estaba satisfecha con aquella vida, llena de comodidades que nunca soñó tener y en su alma aquel… Amor secreto.

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