«¿Tontos de capirote?»

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

La procesionaria del pino, un año más, «religiosamente», se deja ver. Las otras (procesiones), también. Paso a paso, verso a verso, los gusanos verdes pinchudos se pegan unos a otros y caminan (o gusanean) juntos, dibujando un provocador perfil aleatorio (o, no) que desasosiega, hasta tal punto, al bípedo parlante que …zás!. Sí señor, al zapato humano, que no lo es (ni los zapatos son humanos, ni estos debieran acabar con la gracia del multipolar pinrrel, encerrándole en la oscura y cómoda prisión zapatil), le ha gustado siempre destripar BIOprocesiones invertebradas e inocentes con total impunidad hasta decir basta.
¿Qué quiere decir, «la procesión va por dentro»?: ¿qué se te han colao los gusanillos esos por algún agujero y, ahora, campan por tus arterias como si te hubieras convertido en un pinsapo?, o, «¿que estás más quemao que un bosque andalusí en pleno mes de agosto, con toda la dotación de bomberos de vacaciones en la Garganta del Diablo de Sinaloa?.
Las dos respuestas son correctas, coherentes y realistas. ¿Hacer la cola en el super, por el distrito de la cajera más eficiente y natural, lo es?. Pues sí, diríamos que sí. ¿Correr más rápido que un jabalí cabreado, en el asolado bosquedal, también lo es?: afirmativo que sí. Pero,…. ¿ponerse un cucurucho en la cabeza (como el Ku Klux Klan, sí), abrirle dos agujeros a la altura de los ojos para no estamparse contra la pared, meterse dentro de un sayón hasta los pies, como el que lleva tu abuela los domingos para ir a misa, agarrar un cirio encendido con una mano, mientras con la otra portas otro elemento consustancial a la coherencia del ritual en el que te hallas y formas parte, avanzar en fila india, acompañando a un totem que se mueve al ritmo de una tamborrada estridente y militar, dar vueltas y vueltas por las calles de tu pueblo, mientras el resto del vecindario aplaude y silencia a la comitiva del capirote y el sayón, es disfuncionalmente gratificante en algo?. Pues no sé. Pero, puedo afirmar y afirmo que ningún acto, que parta de la creencia en las bondades que aportan las multinacionales del «más allá» al ser humano, es natural, y, menos, divertido, motivo por el cual, estos saraos tienen tantos adictos. Eso es, en un país deprimido (económica, moral y socialmente), y España lo es, o bebes, o te drogas, o te suicidas. En las procesiones, puedes hacer el 3×1 a la vez y, encima, cumples con todos los dueños de tu soñolienta vida (bares, camellos y curas). Las dos primeras acciones se explican por sí mismas, luego está lo del suicidio colectivo, sí, las procesiones son: insoportablemente lentas, aburridas y lolailos,……la muerte en cómodos plazos, vamos.
No es cierto!,… tantas almas no pueden estar equivocadas. O, sí. En alguna cosa hay que pasar el tiempo, no?. Además, es un buen intento para impulsar la economía: turistas, trajes, velámenes, bares abiertos sin límite de horario, peinetas, lencería fina, abalorios y vacaciones costaleras a tutiplén gorgojean como pajarillos en busca del nido del cuco que nos vuelva un poco más locos, sin salida al fin. Hay que joderse!.
Y luego están los entresijos. Sí, me refiero a ese lugar donde los costaleros permanecen, apechugando con el peso del «santo marrón». Pues bien, ese búnker, semioculto y enlutado con la misma angustia popular de los porteadores que trasladaban Faraones a la pirámide en parihuelas …. sí, ese lugar subterráneo con aroma de esclavo voluntario, es un espacio tipo zulo, donde el oxígeno escasea, la presión sanguínea le sube al individuo, se acelera el número de sístoles, te dolerá el hombro y la cabeza (zonas donde apoyas el peso del entramado), las gotas de sudor empaparán tus cejas y se colarán en el ojo, dejándote medio tuerto la mayor parte del recorrido. Si a todo esto, le añades media docena de pedos sordos, que algún costalero deje suelto por el esfuerzo, aquello se convertirá, efectivamente, en una experiencia mística digna de olvidar hasta el próximo siglo, amén.
¿Que exagero?. Puede ser. Pero reflexiona y pregúntate por qué la gente, en cuanto ve una fila de orugas (o de hormigas), las aplasta, destripándolas, con saña, sin pensárselo dos veces. Freud, diría que esa acción chunga corresponde al deseo reprimido de hacer lo mismo con las procesiones de Semana Santa. ¿Por qué?: por todos los traumas (culpa), perversiones sadomasoquistas (flagelaciones públicas), explotación (moral y social, IBI incluido), subdesarrollo (creencias infantiloides) y tontería con que esta «FERIA DE LA SANTA CEGUERA» azota al individuo, imprimiéndole una psicología de sumisión moral y material que destruye para siempre su voluntad y su entrepierna. Después, el abducido feligrés, enajenao del tó, se entregará al consumo de cualquier idiotez que el chino a cien le «regale» a diario, en nombre de su nuevo emperador, YEN PHA MI.
Ah, proverbio chino para estos días de asueto: «haz el yen, y no mires a quien». Ta luego, Lucas.

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