Con esta segunda crónica, complementaria de la serie «La política a través de los siglos», he querido volver a las raíces de nuestra cultura occidental, según la cual la reflexión sobre lo que hacemos nos obliga a practicar el «nequid nimis» de los estoicos o nunca te pases, que invariablemente aparece en todos los pensadores occidentales aunque su origen, como la luz, nos llegue siempre del oriente.
Entre la máximas memorables del Kong Fuzi o Confucio, se confirma la norma de la moderación o modicidad como la forma más perfecta del comportamiento humano: «Yo sé por qué no se sigue el justo medio: El inteligente va más allá, mientras el imbécil se queda más acá». Pero esta vez he escogido referirme al escritor cordobés Lucio Anneo Séneca, que se formó en Roma, aunque formara luego una escuela cordobesa en la que predominaría la simplicidad del estilo en contra de las florituras de algunos de sus contemporáneos. Cicerón sería su maestro, quien le enseñó el método oratorio, basado en mantener el tono neutral en las arengas durante las peleas sobre el poder imperial entre César y Pompeyo, aunque el orador romano fue brutalmente asesinado por su defensa de la democracia. Pero las legiones romanas, por el contrario, repetirían retóricamente aquel grito: «Ave Caesar, morituri te salutant», invadiendo los territorios de la Europa de aquel entonces e imponiendo por la fuerza su lingua latina y sus costumbres cívicas.
Séneca, como pensador estoico, es célebre por infinidad de «sententiae» sobre la condición humana como el «aequat omnes cinis» (la ceniza iguala a todos) o «falaces sunt rerum species» (la apariencia de las cosas es engañosa), pero le hizo inmortal aquello de que «errare humanum est, perseverare diabólicum» (equivocarse es humano, pero perseverar es diabólico», que en dicho popular sería «El burro nunca yerra tropezando dos veces en la misma piedra». Muchas de sus obras se pueden bajar por la red en el latin original clásico y me atrevo a sugerir la lectura de sus tratados filosófico-morales, más actuales ahora que nunca: «De brevitatae vitae» o «De tranquilitate animi», sin olvidar sus puestas en escena de las tragedias clásicas sobre el destino humano: «Aedipus», «Phaedra» y «Medea». Clásico y moderno, Séneca será, como Shakespeare mil quinientos años más tarde, el compendio de una generación revisionista de valores morales de la cultura occidental, difícil de ser catalogado dentro de ningún límite que no sea el del Humanismo integral.
Para los Brits, el «fair play» de la moderación política es saber ganar o perder, saliendo incólumes, pero para los Hisps se trata sólo de obtener honores a base de evitar «catching» el ébola de las ganancias sin tener que pasar por las Operaciones Púnicas, si bien derrochando luego sus periodos de mejoría en paraísos artificiales. Y entretanto, me imagino a Séneca como uno de nosotros, perorando al aire en tiempos tan conflictivos que no tendrían solución si intervinieran las «fasces romanae» para complicar aún más el cotarro de nuestra situación.
HECHOS Y DICHOS
Toda virtud se fundamenta en la medida. Lucio Anneo Séneca
FRASE ORATORIA EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS EN 1980
Yo estaría siempre por defender la personalidad de Andalucía.
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