«Titiriteros, al puchero» (#Libertad de expresión, SIEMPRE)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

«Siempre, resultó ser demasiado tiempo» (le dice ella a Brad Pitt, en LEYENDAS DE PASIÓN, cuando este vuelve, después de pasados algunos años, y la encuentra casada con su hermano mayor). O, no, digo yo. Sucede que el tiempo, que se desdobla infinitamente a diario, para que tomes el atajo que te convenga, es tremendamente tolerante. Nosotros, somos los que convertimos nuestros paréntesis de vida en ácidos, suicidas, aburridos, estresantes, indigeribles, breves, sencillos, disparatados o, me siento zen, mira que bien.
El tiempo, que es nuestro campo de juegos, imparcial y generoso en su eterna espera, es el facilicitador de todo lo que se te ocurra porque, tarde o temprano, si de verdad lo deseas, lo terminarás realizando, en ese espacio-tiempo de las ondas gravitacionales, recientemente advertidas. El tiempo, como todo lo inabarcable, es permisivo y neutro de opinión. Nosotros, encriptados en ese suceder de momentos que, sumados, representan nuestras peculiares vidas, engreídos e ignorantes del todo infinito al que pertenecemos, nos mostramos, mayormente intolerantes, terriblemente patogénicos, harto podridos y tristes, muy tristes (por lo que veo en cada barrio y en las noticias televisadas de la aldea global decadente a la que pertenecemos).
Morir nos acojona. Acorrala nuestra psique. Nos echamos a temblar cuando sentimos cerca el final de la película en la que, muchas veces, no hemos sido ni protagonistas, ni figurantes, ni siquiera el que reparte los sandwiches. Ni decorado fuimos, a veces. Por ese no estar, cuando el telón se va cerrando, damos los últimos coletazos, mamporros, gritos, hacemos prisionero al enemigo (?). Es más, mejor que el enemigo (?) ni hable. Que no diga. Que no exprese quien es, ni para que vino. Que no se muestre. Que ni sus títeres les represente. Encerremos al guiñol y sus historias. ¿Son distintas a las nuestras?: Sí!, pues, al talego. Al trullo. A la trena.Y entonces, la función se convierte en defunción; o sea, en muerte. Y, entonces, el hombre, pues, que temía a esa muerte, mata al que siente diferente para huir del terror. Del terror por desaparecer para siempre.
SIEMPRE: el tiempo. El Tiempo: Dios. ¿Cómo? Sí, eso es, resulta que en el Tiempo cabe todo, sucede todo y es permitido todo. El Tiempo no juzga, es un dios sin toga; solo nos presenta ante el espejo donde finalmente nos reflejamos. Sin maquillaje. Sin disfraz. Sin cuenta bancaria que nos avale. Sin compañer@ al que culpabilizar. Sin freno. El hombre cuando encarcela o mata al vecino, se convierte en dios. Un falso dios que decide el tiempo de los demás. Con esta acción, el ignorante dictador cree que controla el suyo y lo elonga. Lo pospone. Compra su tiempo con la muerte (intelectual o física) de los otros. El hombre sacrifica a su especie para calmar a los dioses y a sí mismo. Una mentira más que se ha de contar para soportar esa vida que no entiende.
Cobardes y asesinos. Raza humana enloquecida por la angustia e incomprensión ante la muerte. La vida se la fuman. Pasan por ella de largo, pensando atolondrados en el final. Ni los leones nos entienden. El otro día, vi en un vídeo cómo una leona cuidaba de un tierno cervatillo, al que protegía de todo mal. Blesa, se los hubiera cargado a los dos para hacerse un selfie. Será cabrón. Otra: El juez-policía enjaula al títere alkaeta y deja al titiritero sin voz, sin trabajo, sin vida, sin orgullo y con más miedo…a la puta muerte. Sin libertad de expresión. Será cabrón. No somos libres ni para decir ni hacer el amor. Mi vecino llama a la Guardia Civil cuando grito salvajemente en ese orgasmo que me une con el Cosmos y me ayuda a superar el posible miedo a la muerte del que hablamos. Él, cuelga cuadros o mata moscas con el rabo a las tres de la mañana, porque debe ser cuando pasa el tren para el «más-allá» y se pone de cara a la pared para no verlo. Será cabrón.
La libertad de expresión debería de ser tan infinita como el dios Tiempo (a lo peor, el dios Sol se enfada por oírme decir esto) y nosotros, que desapareceremos un día u otro, asumir que la vida se resume en una buena sesión de sexo, un viaje cada tanto a la naturaleza olvidada, comer con ganas acompañado de fieles amigos y beber y bailar como elfos, trabajar creativamente en algo que amas, y, si algún día se te antoja, buscar una sencilla sesión de títeres a los que poder aplaudir. El cine se está poniendo insoportable, y los titiriteros se merecen cualquier cosa menos que se los lleven presos.
Ah! la muerte nos esperará, a pesar de todo. Hagámosle un Carnaval.

1 comentario

  1. (#Libertad de expresión, SIEMPRE) mientras las críticas no afecten al rojerío, momento en que se ponen de un sensible ultraepidérmico y el «jarabe democrático de los de abajo a los de arriba» resulta ser delito de odio.
    La ley del embudo lo llamamos en mi pueblo.

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