Pequeñas trifulcas

Dicen que después de la calma suele venir una tempestad, pequeña o grande, pero tempestad. ¿O es al revés? Si el traslado del mercadillo de los viernes ha sido todo un éxito porque, seguramente, se ha llevado con rigor, estudio, planificación y profesionalidad, después de tantos años mareando la perdiz, era de esperar, previsible en todo caso, que el obligado cambio de ubicación del mercadillo menor, el de La Mata, menor pero no menos importante, no iba a pasar desapercibido, y más ahora, cuando un número, mínimo de momento, de ciudadanos materos están enarbolando la bandera del municipio autónomo o algo así, una circunstancia que no se asemeja a la independencia catalana, pero como los dejemos ir nos montan un pollo de mucho cuidado. Pero yo sé de buena tinta que los materos no se van a saltar ni la Constitución ni las normas, ni las leyes, no son tan radicales como para eso. Acatarán, sin más, el informe jurídico que eleve en su momento a Pleno la Secretaría General del Ayuntamiento. Pero, en fin, la libertad de expresión por encima de todo. Y esto viene a colación porque Salvador Pániker, un maestro recientemente fallecido, nos dijo que debíamos indagar en lo retroprogresivo, es decir, progresar pero sin descuidar el pasado, los orígenes, por decirlo de forma sencilla. Pues en eso anda el concejal de Habaneras y demás, Domingo Soler, que quiere celebrar y celebra el 25º aniversario de las habaneras en la playa precisamente desde donde nació el Certamen, en el Paseo de la Libertad (ahora). No creo que haya sido una mala idea, ni una trágica ruptura con la tradición, ni eliminar de un plumazo la participación de coros. Creo que ha intentado, en lo posible, volver a los orígenes. Y ahí, no sé por qué, le duele a distintas personas. Pero yo creo que es que siempre han desconocido que, en el fondo, Soler ha sido un retroprogresivo.
Y del tema de la fiesta del Rocío y de la ausencia de caballos… Como bien manifestó sutilmente el sabio, sin ánimo de menoscabo ni puntillas al trompón: «Donde esté una buena «corría», que se quiten los toros». Y creo que por amor a la fiesta en general y a los toros en particular. Coño, un poco de respeto a las tradiciones nuestras y a las que no son nuestras. Y a ver si, con un poco de suerte y sapiencia, en breve tiempo disfrutamos aquí de los Sanfermines, más que nada para animar el pueblo, oye.

Óscar A. Claramunt

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