¡Vaya, vaya, con Filomena!

El domingo pasado y fiesta del bautismo del Señor, se acabó el tiempo de Navidad y empezó el tiempo ordinario, que durará muchas semanas más que la Cuaresma y Navidad juntas. Alojamos en la subconsciencia la Navidad con la nieve, y no hace falta más que recordar algunas grandes películas vistas muchas veces, aunque siempre enero y febrero alarguen coletazos de ese tiempo entrañable al que no estamos acostumbrados por estas latitudes, y refiriéndonos, claro, al tiempo… meteorológico. Pero Filomena se ha pasado. El caos que la borrasca ha desplegado y lo que parece que nos espera todavía, a consecuencia de ella, va a ser de órdago.
Pasado mañana martes se anuncian catorce grados bajo cero en Albacete y, sí, alguna vez también los hubo viviendo yo allí unos cuantos años, allá por los años cincuenta. Por entonces, y en la barriada ferroviaria de la estación de Chinchilla, en algunos inviernos era tal la intensidad de las nevadas, que los mozos de vías y obras, armados de pico y pala, tenían que abrir senderos entre las casas y por las calles para que pudiéramos caminar. Y si en Albacete, que lo tenemos «ahí mismo», observando el mapa, eso pasara, nosotros nos veríamos irremediablemente correspondidos. Pues parece ser que la dichosa Filomena se ha producido… ¡por un calentamiento repentino de la estratosfera a unos diez kilómetros de altura! Por lo que la niña Greta, que ya se ha hecho mayor de edad, arreciará, y con razón, en sus manifiestos sobre el cambio climático y el calentamiento, y tal y tal. Si ese calentamiento lo produce el hombre, tiene todo el derecho del mundo en llamarle, además de idiota, loco de atar… Y le han puesto Filomena.
Para terminar con una nota de ironía, resulta que mi mujer y yo recordamos cariñosamente a una prima hermana de mi suegro, que en paz descansen los dos, claro, y que fue una figura estelar de una gran familia. Todas las mañanas al levantarse, y después de lavarse la cara, lo primero que hacía era ordenar sus cremas y afeites para ponerse hecha un cromo. No había nadie como ella en algunos pueblos a la redonda. ¡Con decirles que por referencias de mi mujer la reconocí a primera vista en una celebración…! Yo a mi mujer y en voz baja antes de saludarla… «la tía Filomena»… Echándose a reír, me dijo que sí con la cabeza. Tenía un trato muy agradable. ¡Vaya, vaya, con Filomena!

JortizrochE

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