Derechos, derechos

El pasado sábado, día 3 de julio, ha celebrado nuestra Iglesia como todos los años, la Fiesta de Santo Tomás Apóstol. Desde siempre me ha impresionado el relato de lo que vivió en primera persona según los Evangelios. La primera vez que Cristo resucitado se apareció a los apóstoles, que entonces no eran todavía apóstoles, sino los discípulos escogidos y, por tanto, principales, faltaba Tomás. Cuando estuvieron todos, alegres y gozosos, le dijeron sobre la aparición del Señor. Y Tomás dijo no creer tal testimonio. Además, manifestó rotundo que si no lo veía y metía sus dedos en los agujeros de los clavos, no lo creería. Unos días después y estando todos otra vez, también Tomás, se presentó Jesús con el saludo acostumbrado de “paz a vosotros”, palabra que por cierto brilla en estos tiempos por su ausencia (la paz). Y enseguida, lo primero, Jesús a Tomás… Tomás, ven aquí, trae tu dedo que aquí tienes mis manos, trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente. Se produce entonces la exclamación apasionada que a Tomás le sale del fondo de su alma y que implícitamente también lleva aparejado el arrepentimiento casi inconsolable de haber dudado del Jesús resucitado Dios Hijo del Padre: “Señor mío y Dios mío”. Como digo al principio y por su significación ha sido incorporada a la Liturgia en el canon de la misa. Fue asombroso y Tomás fue elegido -como Pedro con sus tres negaciones el día de Pasión- para que el hombre frágil y por ende pecador viera la luz esplendorosa y la misericordia divina. Bienaventurado tú, Tomás, por haber visto y creído. Y al mismo tiempo una declaración de amor infinito también a los que creemos sin haber visto.
Y, en otro orden de cosas, hay varios apuntes en el Alfa y Omega de esta semana muy interesantes. El primero, que me chirría metafóricamente, es una pequeño recuadro sobre el encuentro que han mantenido el Presidente del Parlamento Europeo y nuestro Papa Francisco. Causa asombro leer que el primero se sintió en sintonía con lo hablado en torno a la obligación moral de rescatar emigrantes de la mar. Claro que sí, defender a la persona siempre, donde quiera que esté; y yo denuncio en mi modesto comentario de ciudad pequeña que en Melilla hay centenares de niños emigrantes depositados allí como objetos, y que están sin escolarizar. Pues qué bien que ese señor haga ese encomio de lo que significa la vida humana y sobre todo los más pequeños y débiles cuando dos días antes del encuentro “su” Eurocámara aprueba un informe calificando el aborto de derecho poniendo en duda la talla moral de ese colectivo en el que tantas buenas expectativas esperamos. Porque, no nos engañemos, Europa, la Europa de las civilizaciones, aunque no lo vea ella, está tuerta y enferma de cuidado. Que un niño dos meses antes de nacer no tenga el más mínimo derecho a vivir y recién nacido y poco más tenga derechos incontables toda su vida, y cada vez más, es aberrante. Dicen que dentro de poco, cuando tengan pocos años, ya hasta podrán elegir el sexo, que no el género, en el que van a desarrollar su vida. Para mi modesta opinión, inaudito y temerario por todas las repercusiones que pueda tener en su crecimiento y el impacto sociológico en su entorno y en la sociedad toda.

JortizrochE

1 comentario

  1. Amigo mío: hemos matado en los últimos 20 años a dos millones de españolitos, y el Señor, que es justo, por este pecado atroz nos ha «premiado» con 5 millones de inmigrantes en ese mismo periodo de tiempo, una inmensa proporción ilegales. Cuando la cultura invasora se imponga por el peso de la demografía será el llanto y el crujir de dientes. En el pecado llevaremos la penitencia

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