Malas rachas

Las malas rachas, desgracias, accidentes y catástrofes no son cosa de ahora: sólo que nos ha tocado vivirlas, y eso nos atemoriza y nos hace precavidos. Aunque, como están las cosas, lo mejor es seguir los consejos de Pierre Blanchar: «El silencio debiera ser la cualidad de aquellos a quienes les faltan las demás». De todas formas, me voy a meter en un terreno en el que sólo sé lo que me contó la gente que supo o vivió el pavoroso incendio del Teatro Novedades, en Madrid. Fue el 23/9/1928. Murieron calcinadas 200 personas, porque hasta que se les avisó a los bomberos, cargaron los tanques y llegaron al lugar del siniestro, pasó más de una hora y aquello era un infierno. Tengamos en cuenta que entonces todo se hacía a pie o en caballería; no había Internet, móviles ni otras cosas para que todo fuera más rápido. El cuerpo de bomberos determinó que había sido un cortocircuito, pero los médicos forenses, al examinar los cadáveres, vieron que muchos habían sido apuñalados, caídos al suelo y pisoteados por los que querían salvarse. Entre los asesinados, contaron 150. Todavía, cuando se habla del Teatro Novedades, todos dicen: «¿¡El que se quemó!?». Pidamos a Dios que cesen estas cosas que nos dan tanto pavor.

Kartaojal

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