Me tropiezo en el periódico hoy, con «Un Visto y no visto», o sea, con un Ruiz-Quintano de los suyos, breve, culto y con rigor que me hace rememorar lo que para mí es digno de ser contado. Y como está uno en edad de merecer, perdón, en la del recuerdo, porque no queda otra… ¡ay, los años¡, puedo prometer y prometo, jurar no, que estos días pasados pensando en las buenas anécdotas de mis tiempos jóvenes, ahí es nada, me acordé de una trifulca en la que nos vimos envueltos mi mujer y yo con otros tres matrimonios amigos, pues no sé a cual se le ocurrió la idea de asistir en un cine-teatro chic de Murcia a un concierto de Raimon. «Viento de cola» se titula el recuadro de Ruiz-Quintano, «Al vent» se titulaba el del concierto de Raimon, que por entonces estaba en todo su apogeo. A caballo entre los 60-70, los hombres de nuestra pandilla que durante la semana no hacíamos más que trabajar y más de doce horas al día, ¡qué tiempos!, y cómo se iba a levantar España, estábamos deseando la llegada del fin de semana para escaparnos del campo y de la huerta donde vivíamos, a la capital y disfrutar del solaz merecido. Recalábamos casi siempre en Pza. de Santo Domingo, donde dábamos cuenta de unos excelentes pinchos de tortilla de patatas, grandotes, coronados por una abundante cucharada de pisto murciano no menos excelente… O zarangollo, que lo mismo daba. Todo de aquellos tiempos, ¡ojo! Sin prisa y rematando la pitanza, que podía tener añadido en un buen café cortado, yo con coñac y allá los demás… Pero vamos a lo que íbamos…
Para Ruiz-Quintano, a aquel socialismo de «Al vent» le ha sucedido Sánchez, aunque dice que éste, como los virus, ha mutado en un ramplón sanchopancismo que no nos puede dar más que dolor de muelas… Pero no nos desviemos otra vez. Después de las tortillas, los cuatro emperejilados matrimonios, pardillos que no estábamos acostumbrados a historieta alguna, nos llegamos ufanos a nuestras butacas del concierto, sin sospechar que era una ratonera en toda regla. Nos extrañó la presencia de tanta policía armada, pero la suerte estaba echada, pues todo estaba atado y bien atado. Empezó aquello con los consabidos par de teloneros y por fin el teatro casi se viene abajo ante la aparición de Raimon, impoluto y resuelto como un César. Empezó con otras canciones no tan señeras, bonitas todas desde luego, y al final… La traca. «Al vent» sobre el escenario, el gallinero iluminado con multitud de mecheros… La cara al vent, el cor, les mans, els ulls, tot al vent del món… Y carreras y gritos estridentes por todos lados, sobre todo por arriba. No pudimos disfrutar de la canción, que es preciosa, desalojamos los asientos a toda prisa y enseguida nos vimos empujados hacia la salida por otros espectadores y algún policía en estampida. El tumulto se quedó dentro y nosotros, por fin, fuera, pero con el miedo en el cuerpo, a buscar los coches de la huida del lío, y qué lío. Menuda experiencia, a pesar de que aquella protesta fuera del socialismo blando solo representado entonces por Felipe González. Otra vez, Quintano «dixit». Y colorín colorado, de una de tantas memorias de un «viejo». Que alguna otra vez podrá contar alguna más de su repertorio.
JortizrochE
Una de las estrofas de la canción dice:
«Todos llenos de noche
Tots plens de nit
Buscando la luz
Buscant la llum
Buscando la paz
Buscant la pau
Buscando a dios
Buscant a déu»
¿No se daban cuenta de que eso ya estaba conseguido? Con Franco había paz, trabajo, progreso y Dios (con los rojos, justo lo opuesto).
De jóvenes todos hemos hecho el gilipollas: queda demostrado
Y es que cuando el ser humano sabe lo que quiere, no lo tiene, y cuando tiene lo que quiere, no lo sabe.
Ortiz, tú, que eres persona culta e inteligente, ¿sabes lo que dijo Stalin? «No des a la gente lo que necesita, promételes lo que anhelan».
Ésa es la estrategia de todos los Raimones desde que nos falta el Caudillo.