A escena nº473

Quisiera escribir de dos cosas básicas en este número. Primera, que ya tenemos la «burrica» en el trigo, como dice el sabio refranero popular. Me explico. Mi colega de comentarios, Salva, hizo una alusión crítica razonada sobre el malestar que produce tanta fotografía a diestro y siniestro cuando se está realizando un concierto de música clásica (arte, al fin) y las molestias que puede producir ese arrebato de fotos. No mencionó a nadie en particular, y, sin embargo, un particular se sintió ofendido y arremetió a la contra -contra Salvador, quien se sintió verdaderamente ofendido, por lo que mi «compi» ha presentado ante los juzgados una querella criminal donde solicita una buena «pasta» por aquello del honor. Fíjate que yo pienso que, por bien del arte de la fotografía y del periodismo gráfico, hay que hacer pocas pero buenas fotos, antes y después de los actos, y las autoridades de siempre que esperen al final. Y no pasa nada. Pero si empezamos con los honores, las humillaciones, las indignaciones, las ofensas, los malas artes y demás… al final la burrica cae en el trigal. El periodismo de opinión es un arte, y la fotografía de salón, también, pero todo en su justa medida. Esperemos que en el acto de reconciliación la cosa se pueda reconciliar, valga la redundancia. Y los que meten veneno en estas cosas y casos, pues podrían irse a tomar por «retambufa», que no está nada mal.
La segunda cuestión es de orden artístico, el de Talía. Aquí en Torrevieja ha habido, de siempre, una gran afición al mundo del Teatro, y de hecho han surgido muy buenos actores y actrices: Maribel Vallejos, Carmen Alarcón, José Antonio Atienza, Patiño, Lafuente… Como muy bien dijo el poeta, actor, escritor y artista polifacético nuestro, Matías Antón, que vale mucho «pa un roto y pa un descosío», con dos cojones artísticos; y así lo manifestó en el 50º Aniversario del Día Mundial del Teatro, en la representación de la obra de Raúl Ferrández (director de la Escuela Municipal de Teatro), obra que lleva por título «El Regreso», obra premiada en 1999 fuera de nuestras fronteras. Es verdad, tal y como afirmó Matías, que el mundo, como la vida, es sueño, y que el teatro es un mero espejo permanente de la realidad, y que Torrevieja es excelente cuna de artistas… y que el personaje central de esta obra iba a ser él, pero por circunstancias de la vida no pudo ser. Pero el perfil del personaje ha sido clavado magistralmente, creo, por el joven Antonio Ortuño Martínez, al que, obviamente, aplaudieron mucho (y al resto también, desde luego), porque con sus gestos, con su naturalidad en el escenario, con sus tics de hilaridad, con su locura y doble personalidad, con su expresividad manifiesta, supo mantener al público asistente ciertamente metido en la obra. Es evidente, y así se lo demostró el público en general, que en general hay talento y cualidad en los jóvenes en aprendizaje de este difícil Arte, pero que todavía queda mucho recorrido por delante para una exquisita formación. La obra tuvo un final realmente sorprendente, tan sorprendente como el conjunto de la misma, con puntos esperpénticos y surrealistas. Así que, yo, que no soy crítico de nada, digo que la obra gustó. Y «mucha mierda» para todos.
Una última cosa: ¿de dónde va a sacar el concejal Javier Montoro unos 40 kilos de euros para acometer el dichoso proyecto de conducción de aguas pluviales en Torrevieja? Pues muy fácil: que no paguen el Auditorio-Conservatorio-Palacio de Congresos y lo que venga después de forma inmediata, y destinen tanta «pastizara» a ese prioritario proyecto importante para nuestro municipio de Gran Población y de grandes inundaciones. Suerte, jefe. Y alguien comentará raudo, veloz: «tranqui, pelota». Jaja. Suerte a todos.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*